En 1984, a los pocos meses de tomar posesión, el nuevo Gobierno de Navarra creó el Consejo Navarro de Cultura. En febrero de 1985, se constituía el Consejo, formado por una buscada mezcla de veteranía y juventud. Junto a nombres ya consagrados como Víctor Manuel Arbeloa, Ignacio Barandiarán, Julio Caro Baroja, Ángel J. Martín Duque, Fernando Pérez Ollo o José María Satrústegui, aparecían jóvenes emergentes, como Teresa Catalán, Pedro Salaverri, Miguel Sánchez Ostiz y Carlos Cánovas, un fotógrafo que ya apuntaba muy buenas maneras. En 1990, justo en el año que la Institución Príncipe de Viana, órgano del Gobierno de Navarra responsable de la materia cultural, cumplía 50 años, el ejecutivo creó el Premio “Príncipe de Viana” de la Cultura, con la finalidad de reconocer la tarea llevada a cabo por personas, grupos o instituciones en cualquiera de los ámbitos de la cultura, bien sea mediante el ejercicio de la creación, el estudio o la investigación, bien mediante su promoción y fomento. Unos años después, dado que el heredero de la Corona ostentaba el título de Príncipe de Viana, se decidió invitar a la Casa Real a la entrega de los premios, cosa que sucedió hasta el año 2016. Cuando uno repasa la nómina de los premiados, advierte que no están todos los que son, pero sí son todos los que están, unos con más méritos que otros. El elenco es nutrido y representativo y, con la perspectiva que da el tiempo, deja bien a las claras la oportunidad de la iniciativa. Que un joven miembro de aquel primer Consejo Navarro de Cultura acabe consiguiendo el galardón en 2020, es todo un ejemplo de lo que la cultura supone: capacidad, esfuerzo, perseverancia, cultivo de la belleza en sus más variadas formas y una obra cuajada. Carlos Cánovas reúne con creces todas estas cualidades. Es un maestro fotógrafo, en el pleno sentido de la palabra, porque esa obsesión no termina en su mirada personal y sentida, capaz de encontrar destellos de vida y belleza en los rincones más simples o inhóspitos, sino que se expande en sus otras manifestaciones: conferenciante, ensayista, escritor e historiador. Sus Apuntes para la historia de la fotografía en Navarra del año 1989, se convirtieron en 2012 en un volumen más extenso y riguroso, titulado Navarra/Fotografía, que es una verdadera historia de esta actividad en nuestra Comunidad. La hermosa laudatio de Javier Torrens y la intervención de la presidenta Chivite en el acto de entrega del galardón, celebrado el pasado sábado en Olite y recogido ampliamente en la prensa, me eximen de extenderme en mayores consideraciones sobre el premiado y su obra. Solo me resta añadir que lo considero un gran acierto y un galardón merecido. Glosado lo primero y más importante, porque de un acto cultural hablamos, permítaseme dos observaciones sobre el premio y su contexto. Aunque en origen el premio no estuviera vinculado a la corona, ¿le ha ido mal a su trayectoria la presencia de los reyes o del heredero? Yo creo que no. Aquel acto en Leire, en el que se unían la entrega del premio y el homenaje a los reyes de Navarra, tenía una fuerza evocativa de la que era difícil sustraerse. ¡Cuantas comunidades, sobre todo las llamadas históricas, hubieran deseado poder celebrar un acto de tales características! Un acto que subrayaba la singularidad histórica de un pequeño territorio con personalidad propia que, con el correr de los siglos, quedó integrado en la monarquía española, ejemplificada en el anterior y actual titular. Una forma de Estado, que forma parte del sistema constitucional del que nos dotamos los españoles -entre ellos los navarros- en 1978 y que nos ha dado algunos de los mejores años de nuestra historia. Convendría subrayar que lo previsto en nuestra Constitución no es una monarquía cualquiera, sino una monarquía parlamentaria, -frase en la que el adjetivo es más importante que el nombre-, que implica democracia plena, homologable a la de algunos de los países más avanzados de Europa. Que esto quisieran dejarlo de subrayar los socios del anterior gobierno, no me sorprende, lo que sí me sorprende es que el socio mayoritario del actual gobierno siga esta senda. En mi opinión, comete un doble error, táctico y estratégico. Táctico, en la medida en que prescinde de un buen instrumento de promoción para el premio, la presencia de los reyes o la heredera de la corona. Estratégico, porque su ausencia en el acto institucional más importante del año, juntamente con el Día de Navarra, que subrayaba los lazos entre Navarra y España de forma harto evidente, solo favorece a los que no se sienten cómodos con el actual modelo constitucional. En la vida política, los símbolos son muy importantes y valen más que muchos discursos. En las razones aducidas para la ausencia, ninguna me ha parecido convincente. Diario de Navarra, 24/9/2020