Ayer, 15 de agosto, la Iglesia Católica celebró la festividad de la Asunción de Nuestra Señora, el día grande y festivo por excelencia en muchos pueblos de Navarra. En los días previos, en algunas de estas localidades, se ha celebrado la tradicional novena, que reúne a vecinos del pueblo, residentes y foráneos, en una ceremonia que concita devoción, emoción, tradición e historia, bajo la advocación propia de cada lugar. Y también ayer, a primera hora, en una mañana limpia y radiante en la que a los auroros tradicionales se unen otros devotos de la Virgen que quieren honrarla en su día, sonó la aurora en honor a la Excelsa Patrona. Con variantes, perfectamente aplicables a las demás localidades, el estribillo de la novena a la Virgen de la Barda reza así: “Pues sois imán verdadero/que roba los corazones/Colmadnos de bendiciones/ Oh Patrona de Fitero”.
Aunque en fecha distinta, pocas localidades como la villa monástica han conservado el ritual propio de una celebración de estas características: una hermosa imagen gótica, varias veces retocada a lo largo de los siglos; una gran capilla y un baldaquino barrocos, además de un camarín levantado por suscripción popular, sede definitiva de la Patrona después de otras ubicaciones; una amplia documentación de la historia, arte y devoción a la Virgen a lo largo de ocho siglos; y una fiesta con su novena, sus gozos, el rosario general y la salve, la aurora, la misa y la procesión.
El pasado día 14, en el marco de unas jornadas sobre “Historia, arte, música y espiritualidad en el monasterio de Fitero”, que se extenderán hasta el próximo día 20, tuvo lugar la presentación del libro Ocho siglos de historia, arte y devoción en Fitero. La Virgen de la Barda: de titular del monasterio a patrona de la villa, obra de Ricardo Fernández Gracia. El autor reúne una doble condición especialmente oportuna para abordar este trabajo: es hijo de la villa y, en consecuencia, ha mamado -como así queda patente en la dedicatoria a su madre- lo que la devoción a la Virgen supone de raigambre, devoción y tradición familiar; y es un reputado historiador del arte navarro en general y del fiterano en particular.
El libro trasciende con mucho su carácter de monografía local, para abordar rigurosamente, a partir de un exhaustivo acopio de fuentes documentales, una trama histórica en la que la historia, el arte y la religiosidad se aúnan para ofrecer una síntesis que puede servir de modelo a estudios vinculados a otras advocaciones o localidades. El solo enunciado de su índice da cumplida cuenta de su riqueza y del tratamiento integral del tema: la imagen gótica, los relatos legendarios sobre su origen y advocación, el culto en el periodo abacial hasta 1785, la celebración en su honor acordada por el ayuntamiento en el mismo año, patrona y signo de identidad de Fitero, la capilla y el camarín, la reproducción de la imagen, la fiesta, la restauración de la imagen en 1965, y un apéndice literario mariano. Nadie mejor que el autor para resumirnos su contenido: “Este libro, por tanto, trata de la historia, de la reconstrucción de una parte del pasado común de la villa de Fitero, en este caso centrado en su patrona y en la celebración de la fiesta desde los albores del siglo XVII a nuestros días”.
En el caso de Fitero se da una doble y feliz paradoja: la villa estuvo sometida a la jurisdicción del abad y tuvo que conformarse durante siglos con una capilla situada en el lado de la epístola de la iglesia abacial como parroquia de la localidad. La imagen de Santa María la Real, como titular del monasterio, presidió el templo hasta 1583, en que se colocó el retablo mayor y pasó a presidir la nueva capilla parroquial. Solo a finales del siglo XVI tomó la nueva advocación, que culminó en 1785 con la institución de la fiesta de “la Madre de Dios de la Barda”, debido a la “devoción suma de todos los habitadores de este pueblo”. Con la desamortización, a diferencia de lo ocurrido con el resto de monasterios de Navarra, la iglesia abacial continuó su culto, ahora ya como parroquia local, conservando buena parte del ajuar monástico. Y Fitero, que durante siglos vivió de prestado, pasó a tener la parroquia más monumental y una de las más bellas, si no la más, de todo Navarra.
El libro se sitúa en la mejor tradición de los estudios marianos navarros, con antecedentes espléndidos, caso de Jesús Arraiza o Clara Fernández-Ladreda, puntualmente citados por el autor en la amplia bibliografía que cierra el trabajo.
Primorosamente editado con las ayuda de Jesús Irisarri por la parroquia de Santa María la Real de Fitero, a cuyo frente se encuentra Javier Goitia; con abundantes ilustraciones en blanco y negro y color, buena parte de ellas obra de Jesús Latorre; su precio es de 25 euros y sus beneficios irán destinados a la restauración de la capilla de la Virgen de la Barda, en el centenario de su dedicación en 1918. El libro está encabezado por una presentación debida a la pluma del cardenal Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia y sucesor de uno de los hijos más ilustres de la villa, don José María García Lahiguera.
Un texto, en suma, no solo para los fiteranos, que lo tendrán a partir de ahora como libro de cabecera, sino para todos los amantes de la historia, el arte y la devoción mariana. Enhorabuena al autor y a cuantos lo han hecho posible.
Diario de Navarra, 16/8/2018