Alessandro Baricco es un autor italiano que cultiva con éxito el ensayo, la novela y el teatro, además de ser un articulista de gran éxito. Hace unos meses tuve ocasión de comentar brevemente su monólogo teatral Novecento, que no me entusiasmó, pero me pareció interesante por su planteamiento y lenguaje. El texto que ahora les comento tiene un curioso origen, que Baricco nos descubre en el prólogo. Hace diez años el autor cambió de ciudad y se trasladó a otra sin llevar ningún libro consigo. Los libros leídos a lo largo de estos diez años los colocó en una estantería por orden de lectura y, para esta edición ha elegido los cincuenta mejores. Durante un año, dedicó un artículo a cada uno de ellos, uno por semana. Todos ellos están reunidos en este libro que tituló Una cierta idea de mundo. Lo que más me ha llamado la atención del mismo, es el tono empleado. Baricco es un intelectual acreditado, al que se le adivinan muchas lecturas. Pero el tono empleado en el texto no tiene nada de altisonante ni pretencioso. Hombre de mundo también, los ejemplos que a veces pone para explicar los mismos sorprenden por su inmediatez, su alejamiento de la alta literatura y su afán didáctico. “He elegido los mejores cincuenta libros de entre los que he leído recientemente, de los que hablo con los amigos cuando terminamos las discusiones sobre cine y política. Se merecían algo más”.
Los hay de todo tipo y condición. Sirva como ejemplo el primero, las memorias de Andre Agassi, y el último, la autobiografía de Charles Darwin. Cada uno de ellos va introducido por un párrafo que explica la razón de su lectura: Les señalo los dos párrafos que introducen los dos únicos libros en castellano: “Me acordaba muy bien de esa especie de caricatura con la pistola en la mano en medio del Parlamento español. No podía resistirme a la idea de que Cercas hubiera decidido contarlo”, dice del libro de Javier Cercas Anatomía de un instante. Un apunte estupendo y elogioso de un libro que a mí también me encantó en su día. “En España oí hablar de él como un libro legendario. Pude entender por qué cuando por fin lo tradujeron al italiano”, señala cuando habla de 2666, obra de Roberto Bolaño. Lamento no poder compartir su opinión, ya que es uno de los libros que no he logrado terminar. Acháquese a mis limitaciones. Recojo algunas frases e ideas que me han gustado especialmente: Isaiah Berlin, Las raíces del romanticismo: “Lo compré porque me interesaba el tema sin saber exactamente lo que estaba comprando. En como si uno se mete en una iglesia, para refugiarse de un imprevisto chaparrón, y luuego descubre que es de Borromini. La iglesia, no el chaparrón”. Pierre Hadot, Ejercicios espirituales y filosofía antigua: “En su origen la filosofía no era tanto una forma de pensar para conocer como un modo de vivir para ser feliz. Era un praxis cotidiana, no un trabajo cerebral”. “Dice Plotino que lo que tiene que hacer cada uno es esculpir su propia estatua”. Per Olov Enquist, La visita del médico de cámara: “La primera regla es la prudencia. ¿Y la segunda? La audacia” Marc Fumaroli, Las abejas y las arañas: la querella de los antiguos y los modernos: “El partido que se está jugando lo ganarán los bárbaros, y lo harán equivocándose, pero lo harán, por la invencible fuerza de la juventud, del talento y de la locura”. Christa Wolf, En ningún lugar. En parte alguna: “Contiene la declaración de amor más elegante que yo haya leído jamás: “Quería decirle que sería sin duda algo terriblemente antinatural que nosotros dos no llegáramos a ser íntimos amigos”. “Si dejamos de esperar que suceda, ocurre lo que nos tememos, eso es seguro”. J.M. Coetze, Desgracia: “El paisaje, en los libros, es la inteligencia del escritor”. Fred Vargas, La trilogía Adamsberg: “La escritura es un paisaje, no termina en ninguna parte, está ahí y punto”. Descartes, Discurso del método: “Un francés de una elegancia y de un virtuosismo magistral (no digo con esto que la traducción no sea buena, lo es también, es solo que el sonido del francés es el del violonchelo, diferente al italiano, que es el del violín, Proust en cambio, sonaba a viola de gamba”. Un libro que les recomiendo. Abran cualquier página y disfruten.