
odez, una de las grandes catedrales góticas de la<s pequeñas ciudades francesas
9 de junio. Rodez, Conques, Figeac, Cahors
El departamento de Aveyron no tiene la dulzura ni la riqueza de las zonas llanas que siguen al Pirineo. El relieve se ondula, la agricultura intensiva deja paso a parcelas más modestas, y loas masas boscosas modulan un paisaje tapizado de colinas y baja montaña. En esta región francesa, alejada de grandes núcleos urbanos, abundan las pequeñas poblaciones, con un hábitat de ciertra dispersión, y las pequeñas capitales históricas de las que perduran como recuerdo de su grandeza los edificios religiosos, sobre todo sus catedrales, y su condición de ciudades episcopales.
Rodez, la ciudad en la que hemos dormido en un limpio y escueto Ibis de frugal habitación y espléndido desayuno, apenas llega a los 25.000 habitantes. Situada en una colina a 600 metros sobre el nivel del mar, destaca hoy por su imponente catedral, ella misma parte de la muralla de la población medieval. El exterior es imponente, con una construcción gótica de los siglos XIII al XV y una torre exenta al lado del crucero de dimensiones considerables. La catedral resulta impactante por dentro, con algunas novedades dignas de interés: no es la menor la actual orientación de la misma, con la fachada de los pies constituida en presbiterio y el antiguo ábside cerrando el conjunto. Junto a ello, una imponente sillería del coro, una capilla con un hermoso conjunto escultórico del Santo Entierro del siglo XV y una colección de vidrieras recién terminadas que continúan dignamente la antigua tradición, serían otros elementos a destacar. Y ¡cómo no! Un impresionante órgano barroco del siglo XVIII recientemente restaurado. Dos novedades de este viaje a Francia me han sorprendido gratamente: las sillerías de coro o juvés y los órganos.

Vista de la abacial de Conques, una de las grandes iglesias de peregrinación de Francia
De allí, por carreteras estrechas, entre pueblos pintorescos y hermosos paisajes de media montaña, hasta Santa Fe de Conques, situado en uno de esos sitios inverosímiles que tanto gustaban en la Edad Media. Conques es hito fundamental en la arquitectura románica, como ejemplo canónico de iglesia de peregrinación y ejemplo señero de escultura, uno de los cuatro tímpanos más importantes de Francia junto a Moissac, Vezelay y el pórtico real de Chartres.

Vista de conjunto del tímpano de Conques, ejemplo señero de la escultura románica europea
La mañana está limpia y la bajada hacia el pequeño núcleo urbano nos permite descubrir la belleza y el emplazamiento de la abadía, y disfrutar de una vista excepcional sobre el edificio: planta de cruz latina, cimborrio, ábside bien articulado y torres a los pies. Un ejemplo de libro, por fuera y por dentro, de una iglesia de peregrinación. La pureza de líneas, desnudez y juego de bóvedas y triforio nos remite a un estilo que emociona y eleva casi tanto como la inusual bóveda de medio cañón canónica y ascensional que cierra el conjunto. La otrora poderosa abadía hoy ofrece su arte y espiritualidad, servida por una modesta comunidad de monjes que entona a las 12 del mediodía una de las horas menores del canto litúrgico.

Vista del interior de la abacial de Conques
Previamente, en una explicación a dos, Trinitat y yo hemos procurado situar a los miembros del grupo en el contexto de la escultura románica. Poder ver en un viaje Moissac, Conques y Souillac es un privilegio que no podemos desaprovechar y Conques y su pórtico, una vez más, ofrecen vistas y lecturas nuevas que comparto con el grupo.
De Conques a Figeac nos encontramos con la Francia profunda, que también existe. Unas estrechas carreteras, al acondicio0nadas y dudosamente señalizadas, nos conducen hacia Figeac, situada en el departamento del Lot. Tras un buen menú en un restaurante de la localidad, la ciudad de Champolion, con apenas 10.000 habitantes, nos ofrece su rico patrimonio para nosotros reducido a una rápida visita a su vieja abadía. En la plaza, un pequeño obelisco dedicado a su hijo más ilustre, y un monumento a los caídos en la guerra franco-prusiana de 1870, de infeliz memoria para Francia. Sorprende el respeto de los franceses hacia los monumentos públicos erigidos en memoria de sus hijos caídos en las distintas guerras, sobre todo las dos mundiales del siglo XX. Es verdad que el enemigo fue exterior y no se trataba de guerras civiles, pero también en esto tenemos mucho Que aprender: los símbolos unen, no dividen; Francia es una, no múltiple; y el país rezuma patriotismo por los cuatro costados.

Vista general del Pont Valantré de Cahors, uno de los grandes puentes góticos de Francia
Finalizamos nuestro día en Cahors. Capital de la antigua provincia de Quercy, etapa del Camino de Santiago y especialmente vinculada a Estella, a donde llegaron a finales del siglo XI numerosos francos a poblar los nuevos barrios auspiciados por el fuero de Sancho Ramírez, hoy, con sus 20.000 habitantes, conserva un privilegiado emplazamiento, un casco histórico interesante, una hermosa y distinta catedral, y un puente tan famoso como el nuestro de Puente la Reina, aunque casi tres siglos posterior.
Dos elementos sobresalen especialmente: la catedral y el puente. La catedral, con una fachada gótica en obras, ofrece la singularidad de los modelos de románico bizantino: cúpulas sobre pechinas, algunas de ellas con las pinturas góticas todavía bien visibles. Junto a ello, un amplio ábside del gótico meridional le da al conjunto un aire recogido y espiritual. Apenas hay tiempo para una breve parada en su casco histórico y degustar en grupo una buena cerveza. De allí, siguiendo la curva del Lot, vamos hasta el puente, obra de ingeniería memorable, que todavía guarda torres, matacanes y voladizos en buen estado.

El románico bizantino queda patente en las cúpulas de la catedral de Cahors
Frente a la modestia de los hoteles de los días anteriores, la sorpresa de Cahors fue la ubicación y calidad del hotel, recientemente inaugurado. Amplias y confortables habitaciones en un entorno excepcional permitían una vista de puente, perfectamente visible, fotografiable y degustable desde la terraza de cada una de las habitaciones. Un lujo inesperado y muy de agradecer. La cena en un restaurante a la orilla del río, al aire libre, tampoco le fue a la zaga. Un buen final para un día casi perfecto. Hasta Nadal se sumó a la fiesta, deshaciéndose com pasmosa facilidad de la gran promesa del tenis, el austriaco Thiem. ¡Bravo por Rafa!, aunque los franceses sigan sin acostumbrarse a ver la enseña española en lo más alto de Roland Garros. El domingo será la décima.