Navarra y Martín Duque: el nexo de la historia

Don Angel

Don Ángel Martín Duque, sabio y longevo, nos ha dejado. El pasado día siete de agosto, frente a su capilla ardiente sobriamente adornada por su familia con unos ramos de flores blancas, tuve la oportunidad de resarcirme en parte de esa visita pospuesta en demasía y repasar, me atrevo a decir que más que junto a él, con él, algunos momentos vividos juntos.

Tras mis estudios de Historia en Zaragoza, donde tuve como profesor a José María Lacarra, inicié mi vida profesional como profesor agregado en el instituto de Estella. Fue el propio Lacarra quien me recomendó visitar a don Ángel Martín Duque en la Universidad de Navarra, quien me sugirió el tema de mi tesina de licenciatura, época en la que pude apreciar y disfrutar de su valía académica y humana. Me dedicó tiempo, atención y cariño, y comenzó una relación afectuosa que ha continuado hasta el final de sus días. Mi trabajo como Consejero de Cultura entre 1984 y 1991, me permitió estrechar esos lazos y aprovechar el caudal de su experiencia en múltiples proyectos de interés para Navarra. Juntos nos felicitamos por la concesión de la Medalla de Oro de Navarra a don José María, como ambos le tratábamos, que el Gobierno tuvo a bien concederle en 1984. Juntos fuimos a dar el último adiós a nuestro maestro común a Zaragoza poco antes de su muerte. Y, tras su integración en el Consejo Navarro de Cultura, iniciamos una serie de proyectos, de los que su huella permanece hasta nuestros días: cambios significativos en la Revista Príncipe de Viana, remodelación a fondo de la Semana de Estudios Medievales de Estella, empuje a la publicación de trabajos históricos, y apoyo decidido a los Congresos de Historia de Navarra en forma de presencia, presupuesto y publicación de actas. En todos estos proyectos, a los que hay que sumar las grandes obras de divulgación histórica, promovidas por el Gobierno de Navarra y la Caja de Ahorros de Navarra, la labor de don Ángel fue fundamental. Por ello, fue para mí un honor tener la oportunidad de proponer al Gobierno de Navarra, y que éste aceptara, la concesión de la Medalla de Oro de Navarra a su persona en 1991.

¿Y qué ha aportado Martín Duque a Navarra para merecer tal distinción? Si lo dicho no fuera suficiente, permítanme que añada algunas reflexiones y valoraciones estrictamente personales, tal vez no compartidas por todos. Navarra tiene a gala conocer su historia razonablemente bien, con una especial atención y dedicación a la época medieval. Lacarra es el maestro indiscutible, y el nuevo modo de historiar del estellés, sobrio, científico y muy al día, fue la herencia acrisolada cultivada por Martín Duque. Si Lacarra formula las grandes líneas de la Navarra medieval y elabora su primera gran síntesis moderna, Martín Duque articula el discurso que permite explicar y entender la singularidad de un territorio, de reino de Pamplona a reino de Navarra, con la complejidad política, humana, social y cultural que dicho cambio supone. Pero si el impacto de un historiador se mide no solo por su producción científica, sino también por su capacidad para generar escuela y su implicación en divulgarla a toda la ciudadanía, aunque el propio Martín Duque se ruborizaría y tal vez no lo aceptara, me atrevería a decir que la huella del segundo supera en importancia a la del primero.

Crear escuela no es fácil, y menos en las circunstancias en las que trabajó don Ángel. Sorprende la nómina de sus discípulos, plurales ideológicamente, pero fieles a un magisterio solidario y respetuoso: Juan Carrasco, Javier Zabalo, Raquel García Arancón, Carmen Jusué, Juan José Martinena, Eloisa Ramirez, Fermín Miranda, Luis Javier Fortún, Julia Pavón, Susana Herreros y Roldán Jimeno, son algunos de ellos. Todos coincidirán en que sus tesinas de licenciatura y sus tesis doctorales son, en buena medida, coescritas con su maestro, que las repasaba de forma crítica y escrupulosa.

Y finalmente, la alta divulgación, tan poco valorada en los ámbitos académicos y tan necesaria en sociedades complejas como la nuestra. Las obras de más amplio aliento llevan su impulso, y algunas especialmente notables, su dirección. Es el caso del Gran Atlas de Navarra y Signos de identidad histórica para Navarra.

Esa atracción por la Navarra histórica, Martín Duque la completó como ciudadano de una tierra que amó apasionadamente e hizo suya. Un ciudadano comprometido que durante sesenta años vivió en ella, trabajó para ella, educó a su familia ya alargada hasta los bisnietos y siguió de cerca su actualidad.

Confío en que desde ese horizonte de eternidad que también compartíamos, vele por su familia y por la Navarra toda a la que dedicó sus mejores afanes.

Diario de Navarra, 15/8/2019

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